La trabajadora de la Asociación Mutual Israelita murmura, “Me quisieron matar, pero yo no me iba a dejar matar”, ella es Anita Weinstein, y el 18 de julio de 1994 se hallaba trabajando en la AMIA, de esa alborada, en seguida del estallido, rememora: “Pudimos salir al aire libre a una terraza, y entre toda la gente había una joven de unos 20 años con un bebé en brazos. Veíamos que el edificio se caía mientras esta madre daba vida”.

Anita, mártir superviviente del crimen más violento de la historia argentina, cuenta lo que en persona le toco vivir, para recordarlo cada año: “Yo sentía que mi cuerpo estaba vivo, pero mi mente tardaba en darse cuenta de lo que estaba pasando. Caminé por Tucumán hasta la esquina tratando de ayudar a alguien, estuve muchas horas ahí parada”. El  minuto más duro para ella, fue quedar cara a cara con conocidos de empleados de AMIA, que alcanzaban llegar a otra sede de la fundación investigando por sus parentelas.

Para conmemorar los 26 años del ataque terrorista y no olvidarlo, la Subsecretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural del Gobierno de la Ciudad, contiguo al Congreso Judío Latinoamericano y AMIA Joven, constituyeron un encuentro para  quienes componen la Red de Jóvenes de Colectividades para hacer reminiscencia.

El estudiante Javier Pelo Basevich no vivía en la calle Pasteur al instante del atentado, pero cuando se dio cuenta fue caminando hacia allí: “Yo era un pibe correntino de 20 años, que había venido a estudiar a Buenos Aires. Me acuerdo que cuando estaba desarmando mi bolso recién llegado de allá un lunes, el edificio donde vivía en Villa Crespo se movió. Yo hice algo raro para la época, prendí la tele por instinto y vi la noticia, había explotado la AMIA. Agarré mi buzo, me lo puse y me tomé un taxi”.

Paso el tiempo y Javier hoy no es ese fresco muchacho de 20 años. Es licenciado en publicidad y trabaja con AMIA en temas de comunicación.  Hace muy poco comenzó a referir que ese día fue a socorrer en las labores de salvamento: “Una vez me invitaron a presentar un proyecto, ahí me di cuenta que por primera vez les iba a hablar a chicos que ni habían nacido cuando fue el atentado. Es difícil transmitirles a quienes no lo vivieron, que esto pasó, que no fue una película de Netflix. Es importante dimensionarlo”. El licenciado registra toda su práctica, para que la sociedad en corriente conciba la dimensión de lo que ocurrió esa mañana en la calle Pasteur.

Activamente en la diligencia invitaron a integrantes que constituyen parte de la Red de Jóvenes de Colectividades, un plan que, junto a la Dirección de Colectividades del Gobierno de la Ciudad, busca crear un mercado de expresión e unificación de las diferentes colectividades de la Ciudad.

“Este encuentro trata de seguir trabajando el ejercicio de la memoria. A veces, las personas por resiliencia o para sobrevivir podemos olvidar el dolor que nos atraviesa, pero es importante poder transmitir lo que vivimos a las nuevas generaciones. Hacer memoria es la forma que tenemos para evitar que el horror se repita y seguir reclamando justicia”, subrayó Pamela Malewicz, Subsecretaria de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires y moderadora del encuentro.

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