En pleno corazón de San Telmo, en un terreno que hoy alberga la Escuela Primaria “Guillermo Rawson”, se encuentran dos árboles muy especiales: las Magnolias del Protomedicato, los más antiguos de la Ciudad de Buenos Aires, con más de 200 años de historia. Plantados por la congregación de los bethlemitas, estos ejemplares de Magnolia grandiflora no solo son testigos de la historia porteña, sino que también brindan sombra y un atractivo paisaje a los vecinos y turistas que transitan la zona.
El cuidado diario de las magnolias
Carmen, una de las trabajadoras más longevas de la escuela, conoce cada detalle de estos árboles, que desde hace dos siglos resisten el paso del tiempo en un ambiente urbano. “Cuando las hojas empiezan a ponerse marrones, es señal de que hay que intensificar el riego”, explica. Con su experiencia, Carmen sabe cuándo es necesario manguerear los canteros y cómo garantizar que las magnolias sigan creciendo saludables.
A pesar de la intervención humana, Carmen asegura que el árbol se autoabastece: “No les agregamos ningún abono. Todo lo que cae de las magnolias, como flores y hojas, se pudre y se desintegra, proporcionando el abono necesario”. Este proceso natural es clave para mantener a los árboles fuertes y saludables.
Un rincón histórico
El edificio en el que se encuentran las magnolias no siempre fue una escuela. Durante el siglo XVIII, el terreno era parte del Protomedicato, la primera Escuela de Medicina de Buenos Aires, fundada por la orden de los bethlemitas, una congregación dedicada al cuidado de los enfermos. Es en este terreno histórico donde los árboles fueron plantados, posiblemente hacia 1800, aunque algunos relatos apuntan a una fecha aún más temprana, alrededor de 1778. Desde 1969, las magnolias han sido catalogadas como Árbol Histórico.
Cada noviembre, las flores blancas y perfumadas de las magnolias atraen a cientos de turistas, que no pueden resistirse a sacar una foto bajo su sombra. “Se llena de gente que quiere una foto. Es impresionante la cantidad de personas que se detienen a admirarlas cuando florecen”, comenta Carmen, quien asegura que el lugar se transforma cuando los árboles están en su máximo esplendor.
Las magnolias en la vida escolar
Los alumnos de la Escuela “Guillermo Rawson” también tienen un cariño especial por estos árboles. “A veces piden permiso para leer o hacer actividades en los canteros bajo su sombra”, relata Natalia Lemir, la directora de la escuela. Para los chicos, las magnolias no solo son parte del paisaje, sino también de la identidad de la institución. “Cuando la escuela cumplió 75 años, las magnolias fueron parte de los discursos. Son parte de nuestra historia”, recuerda la directora.
El cuidado especializado
Las magnolias reciben un monitoreo especial por parte de la Dirección General de Espacios Verdes y Arbolado de la Ciudad. Damián Pérez, subgerente operativo de Inspección, explica que se realiza una inspección anual para evaluar su estado de salud y estructura. Las tareas de poda, cuando son necesarias, se limitan a la limpieza de ramas secas o enfermas, siempre cuidando el entorno urbano.
Un vínculo con la historia porteña
Carmen no solo cuida de las magnolias, sino que también se siente parte de la historia de la ciudad. “Verlos todos los días me cambia el día. Me hace bien. Es maravilloso tenerlos y ver cómo los chicos los respetan y los cuidan”, dice, con una sonrisa. Para ella, estos árboles no son solo un legado de la historia, sino un símbolo de lo que significa pertenecer a un lugar con tanta memoria. Los turistas, por su parte, se asoman al presente de la ciudad a través de las flores de estos árboles centenarios, que siguen floreciendo cada año, mostrando la mejor versión de sí mismos.
Así, mientras los chicos aprenden y juegan bajo su sombra, las Magnolias del Protomedicato continúan siendo un testimonio vivo de la historia de Buenos Aires, una historia que se perfuma con la fragancia de sus flores cada noviembre, en el rincón más antiguo de San Telmo.