El centro de salud mental, ubicado en el barrio de Núñez, depende del Ministerio de Salud de la Ciudad, pero el terreno es propiedad del Estado nacional. En él funcionan dos hospitales de día, uno para adultos y otro para niños, y se especializa en el tratamiento de autismo y psicosis. Han pasado cinco meses desde que la hija de Lucía Gil Domínguez comenzó a sentir dolor en una de sus piernas, hasta que un cáncer de huesos, que ya era irreversible en su fase avanzada, se la arrebató. Dos meses después de esa tragedia, que la sumió en un profundo desánimo, Lucía decidió acudir a ese centro de salud mental, que se encuentra a solo tres cuadras de su hogar, al que había visitado años antes para donar leche materna, cuando allí funcionaba un lactario. Este lunes, temprano en la mañana y bajo la lluvia, Lucía recorrió esas tres cuadras del barrio porteño de Núñez, pero no con el objetivo de participar en alguna de las actividades habituales del Centro de Salud Mental Nº1 “Hugo Rosarios”, que depende del Ministerio de Salud de la Ciudad. Fue a abrazar simbólicamente el edificio de este centro de salud, que en los últimos días ha sido empapelado con pancartas que reclaman “No a la subasta”, “No se vende”, “No al cierre” o “¡Necesitamos tu apoyo!”.

Junto a psicólogos, terapistas ocupacionales, psiquiatras, musicoterapeutas, trabajadoras sociales, personal administrativo y de limpieza, vecinos de Núñez y otras áreas cercanas, así como varios usuarios (término que la comunidad del centro prefiere usar en lugar de “pacientes”), Lucía participó en el abrazo colectivo y en el canto al que ni la lluvia pudo disuadir. “No se vende, el Uno no se veeende”, coreó con fuerza, entre el entusiasmo por respaldar lo que consideran importante y la preocupación palpable por el futuro incierto.

La semana pasada, tanto trabajadores como usuarios del centro de salud mental entraron en estado de alerta. El inmueble que alberga al “Hugo Rosarios”, ubicado en Manuela Pedraza 1558, forma parte de uno de los cerca de 400 bienes que la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) subastará, según el anuncio realizado por el portavoz presidencial, Manuel Adorni, a finales de octubre. La página web oficial del gobierno, argentina.gob.ar, describe al centro como parte de un “Desarrollo inmobiliario” y una “subasta futura”, precisando que el edificio ocupa 1.396 metros cuadrados a pocos pasos de la Avenida del Libertador, en una zona donde se mezclan lujosos complejos residenciales y modernas oficinas. En medio de este paisaje, se encuentra el centro sanitario, fundado en 1968, que tiene como principal objetivo evitar la internación como centro del tratamiento de salud mental, luchando contra la “manicomialización” de los usuarios. Este centro, que realiza aproximadamente mil consultas semanales y emplea a 110 personas, alberga dos hospitales de día, uno para adultos y otro para niños, y es reconocido por su especialización en autismo y psicosis. Lucía, quien exige que el “Hugo Rosarios” permanezca en funcionamiento, asegura que fue allí donde encontró la esperanza y que, de no ser por este lugar, no estaría viva.

“A mí nadie me quita el dolor ni la tristeza por la muerte de mi hija. Pero aquí pude seguir adelante. Estaba sumida en un pozo depresivo del que no veía salida, y fue en este lugar donde encontré profesionales maravillosos que me ayudaron a salir de esa oscuridad. No exagero cuando digo que aquí me salvaron la vida”, relata Lucía, de 83 años, quien se atiende con su terapeuta una vez por semana en este centro. “También participo en los talleres de memoria, de movimiento, de meditación y de yoga. Los viernes llego a las 10 de la mañana y me voy a las 3 de la tarde. Los profesionales son excelentes y me han permitido reconectar con la vida”, añade.

Ana, también participante del taller de memoria, tiene 84 años y camina 15 cuadras para llegar al “Hugo Rosarios”. Al igual que Lucía, Ana realiza psicoterapia en este centro asistencial. “Aquí distribuyen medicamentos gratuitos a quienes lo requieren, mi terapeuta es excelente, vengo una vez por semana, y tratan a los niños y a sus familias para ayudarlos a avanzar”, comenta Ana, quien también participó en el abrazo colectivo y alzó su voz para pedir que el lugar no sea vendido. “Yo no podría acceder a estos servicios si no estuvieran en un lugar público y cercano. Por eso es tan importante que no cierren estos espacios y, por supuesto, que no desaparezcan los profesionales que trabajan aquí”, reflexiona.

En “La Cigarra”, el hospital de día para niños, se realizan seguimientos tanto individuales como grupales, además de talleres de expresión verbal, música, trabajo corporal, teatro e incluso un taller de magia coordinado por un usuario de larga trayectoria. Este usuario, que en su adolescencia participó de este taller como “paciente”, ahora es uno de los coordinadores. “Nuestro trabajo es que no nos necesiten más. Queremos encontrarnos por la calle y saludarnos, porque esos usuarios ya han adquirido las herramientas necesarias para desarrollar sus vidas sin depender de nuestros servicios”, explica Marcela Giménez, terapista ocupacional y una de las voceras en la lucha por evitar la subasta del edificio.

Una de las historias que más la conmueve es la de un hombre mayor que, en una de las sesiones grupales, conoció a quien sería su esposa. “Hace algunas semanas, un hombre de más de 80 años vino a contarnos que en uno de nuestros grupos había conocido a la que se convertiría en su esposa. Vino la semana siguiente, viudo, y nos relató cómo, gracias a este espacio, pudo superar una grave crisis de salud mental que lo había acompañado por mucho tiempo, al igual que su esposa. Nos contó que tuvieron una vida buena, él fue taxista, y tuvieron dos hijos”, relata Marcela, visiblemente emocionada. “Ese es nuestro objetivo: acompañarlos para que puedan reconstruir sus vidas después de haber atravesado una crisis de salud mental, ya sea corta o prolongada”.

En este centro de salud, además de adultos mayores, también asisten niños y niñas que han sido víctimas de abusos extremos, como explotación sexual en casos de trata de personas. Niños que, debido a esos traumas, padecen trastornos graves como insomnio o comportamientos psicosomáticos. Niños diagnosticados con autismo o que han experimentado crisis psicóticas.

Belén Ramírez, psicoterapeuta especializada en niños y adolescentes, estima que alrededor del 40% de los usuarios viven cerca del centro, mientras que el 60% restante proviene de otras zonas de la Ciudad o incluso de la Provincia. “Yo estudié en Tucumán y ya escuchaba hablar de este centro, pionero en su enfoque. ‘La Cigarra’, su hospital de día para niños, es un referente a nivel nacional e internacional”, señala. “Muchos chicos vienen con sus padres o tutores, y trabajamos tanto individualmente como en grupo. También acompañamos a muchos niños que viven en hogares de tránsito y que están en proceso de adopción”, explica la psicoterapeuta.

Unos días antes del decreto que autoriza la subasta, el ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós, informó oficialmente que no había indicios de un cambio de sede. Sin embargo, tras el decreto, se comunicaron con el centro por canales informales y confirmaron que no habían recibido notificación alguna del Estado nacional, propietario del terreno, que es quien otorga el comodato a la Ciudad para su funcionamiento.

Fuentes cercanas al Ministerio de Salud de la Ciudad nos dijeron: “Nadie de Nación nos ha informado oficialmente sobre la venta o transferencia de ese inmueble. Tenemos un comodato vigente con ellos para el uso del predio, y no se nos ha notificado lo contrario. Nuestra intención es seguir manteniendo y sosteniendo este servicio”.

Mientras tanto, la comunidad de trabajadores y usuarios sigue luchando para preservar este centro sanitario que se ha convertido en parte fundamental de sus vidas, un espacio donde han encontrado alivio y apoyo en momentos de sufrimiento.

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