
En el marco del Día de la Bandera, el Taller de Banderas de la Ciudad invita a reflexionar sobre uno de los símbolos más representativos de nuestra identidad nacional: el Sol de Mayo. Esta figura dorada que ocupa el centro de la bandera argentina no solo constituye un componente estético, sino que encierra un profundo valor simbólico e histórico. A través de su representación gráfica, se transmite el espíritu de libertad, independencia y unidad que marcó los albores de la Nación.
Este emblema, cuya historia se remonta a los tiempos fundacionales del país, forma parte de una serie de elementos patrios cuyo uso y diseño están regulados para preservar la coherencia visual y el respeto por el símbolo que representa a todos los argentinos. En este sentido, desde el área de Gobierno de la Ciudad, se trabaja activamente para asegurar que cada bandera —ya sea ceremonial, institucional o escolar— cumpla con las normativas oficiales vigentes.
“El sol de la bandera es uno de los símbolos fundamentales de nuestra identidad nacional. Por eso, su representación debe ser fiel, rigurosa y respetuosa”, destacó César Torres, secretario de Gobierno y Vínculo Ciudadano, cartera a cargo del área de banderas en la Ciudad de Buenos Aires.
Un símbolo con historia: del escudo colonial a la bandera nacional
El Sol de Mayo tiene un origen que se remonta a la moneda nacional de comienzos del siglo XIX. Fue incluido por primera vez en el diseño de la moneda de oro de ocho escudos y la de plata de ocho reales, autorizadas por la Asamblea del Año XIII, como un signo de soberanía e identidad propia frente al dominio colonial.
Sin embargo, recién en 1944, mediante la Ley 10.302, el Estado nacional adoptó formalmente esta imagen solar como parte integral de la bandera oficial. El sol utilizado es un rostro humano con rayos, y su diseño se conoce como “Sol de Mayo figurado”, en alusión a la Revolución de Mayo de 1810, acontecimiento considerado como el inicio del proceso de independencia argentino.
De Belgrano a la bandera unificada: evolución de la insignia patria
La bandera argentina, tal como la conocemos hoy, tuvo un proceso de construcción progresivo. Fue Manuel Belgrano, en 1812, quien creó la enseña con los colores celeste y blanco, inspirados, según se cree, en los colores del cielo y en las cintas utilizadas por los patriotas durante la Revolución.
En su versión original, la bandera no incluía el sol. Cuatro años más tarde, en 1816, el Congreso de Tucumán sancionó la adopción oficial de la enseña celeste y blanca como bandera nacional. No obstante, fue recién en 1818 cuando se incorporó el Sol de Mayo, exclusivamente en la denominada “bandera mayor”, reservada para el uso oficial y militar. A la vez, se estableció la existencia de una “bandera menor”, sin sol, destinada al uso civil.
Esta dualidad persistió por más de un siglo, hasta que en 1985, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín, el Decreto 23.208/85 unificó los modelos existentes y estableció que todas las banderas argentinas, sin importar su uso, debían llevar el sol, reafirmando su carácter de símbolo universal de la Nación.
Finalmente, en el año 2010, con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo, el Estado nacional emitió el Decreto 1650/2010, que establece las especificaciones técnicas definitivas para la correcta reproducción de la bandera argentina, incluyendo proporciones, códigos de color y, especialmente, el diseño del sol.
¿Cómo debe representarse el Sol de Mayo?
De acuerdo con el mencionado decreto, el Sol de Mayo debe ser una figura perfectamente simétrica, compuesta por 32 rayos alternados, 16 rectos y 16 flamígeros, que parten de un rostro humano estilizado, similar al de las antiguas monedas.
Los colores utilizados en su representación están normalizados mediante el sistema Pantone, con el objetivo de garantizar la uniformidad visual en todos los ejemplares. Además, se establecen proporciones precisas de la figura en relación con el paño albiceleste, de modo que su inserción sea armónica y proporcional en cada versión de la bandera.
Técnicas y formatos: del bordado al pintado
El Taller de Banderas de la Ciudad de Buenos Aires, dependiente de la Dirección General de Competencias Comunales y Talleres, se especializa en la confección, restauración y reproducción artística de banderas, tanto para actos ceremoniales como para edificios públicos, escuelas y organismos vecinales.
Allí funcionan dos equipos especializados:
- El área de costura, encargada del bordado de banderas de ceremonia. Utiliza una sofisticada máquina de seis cabezales de bordado simultáneo, que permite lograr una precisión milimétrica en el diseño del sol. Cada bandera ceremonial lleva el sol bordado con hilo dorado, respetando los lineamientos del decreto nacional.
- El equipo artístico, por su parte, se ocupa de sublimar, pintar a mano o serigrafiar el Sol de Mayo en las banderas de izar. Estas versiones deben resistir la exposición al aire libre y a condiciones climáticas variables, sin perder fidelidad al diseño original.
Este trabajo artesanal, técnico y artístico se realiza con un alto estándar de calidad y rigor histórico, con el propósito de honrar el símbolo nacional y transmitir su significado a través de cada réplica que se iza o se entrega.
Educación, memoria y pertenencia
Cada bandera que se produce en el taller es también una herramienta pedagógica. Desde la Ciudad se impulsa, a través de sus áreas educativas y culturales, la difusión del valor histórico de los emblemas patrios, fomentando el respeto por los símbolos nacionales entre niños, jóvenes y adultos.
El Día de la Bandera, que se conmemora cada 20 de junio en homenaje al paso a la inmortalidad de Manuel Belgrano, representa una oportunidad para revalorizar el rol de la bandera como símbolo de unidad, soberanía y libertad, y para recordar que su diseño, lejos de ser decorativo, está cargado de sentido, memoria y proyección hacia el futuro.
“Nos ocupamos de que cada bandera que entregamos cumpla con los estándares oficiales, ya sea para escuelas, actos conmemorativos, oficinas públicas o instituciones barriales. Es una forma de cuidar la historia y fortalecer el sentido de pertenencia”, concluyó César Torres.
Un legado que flamea en cada rincón del país
La bandera argentina, con su distintivo paño celeste y blanco coronado por el Sol de Mayo, es mucho más que un símbolo. Es una construcción colectiva, una marca de identidad que flamea en cada acto escolar, cada plaza, cada institución, y que representa los valores de libertad, justicia y unidad que dieron origen a nuestra Nación.
Desde el Taller de Banderas de la Ciudad, se renueva el compromiso de respetar, preservar y difundir con fidelidad la representación oficial de nuestra insignia patria, asegurando que el Sol de Mayo —ese rostro que mira desde lo alto— siga siendo un faro de identidad para todos los argentinos, generación tras generación.