Los grafiteros del subte lo hicieron de nuevo. En la madrugada de Navidad un grupo de personas irrumpió en un taller de la línea H, en Parque Patricios, para dejar su marca en los vagones de las formaciones estacionadas allí. Eran once, ocho argentinos, dos franceses y un polaco, que se enfrentaron con empleados de seguridad antes de iniciar su faena. Pero algo no salió bien: la alarma que se disparó cuando ingresaron a las instalaciones alertó a la policía, que esperó afuera a los vándalos con varios patrulleros. Todos fueron detenidos.
Fue el segundo episodio similar en los últimos tres meses. En agosto, unos 20 encapuchados entraron a la estación San José de Flores de la línea A, agredieron a los trabajadores y luego pintaron varios vagones, una práctica clandestina denominada bombing. Todo quedó registrado en cámaras GoPro, teléfonos celulares y cámaras fotográficas que portaban los vándalos, material que posibilitó la detención de uno de ellos.
Anteayer por la madrugada, los once hombres ingresaron por una puerta de emergencia y fueron vistos por personal de seguridad que intentó detenerlos. Los empleados resultaron agredidos, pero pudieron alertar a la policía a través de una llamada al 911. Cuando los grafiteros intentaron salir por la puerta principal, fueron interceptados por efectivos de la Policía de la Ciudad y detenidos. En el hecho tomó intervención la Fiscalía Nº 39 del fuero Penal, Contravencional y de Faltas, a cargo de Gonzalo Ezequiel Viña. Todos fueron imputados por resistencia a la autoridad, daños y lesiones.
Fuentes de la investigación informaron que al momento de la detención los grafiteros portaban al menos 80 aerosoles de diferentes colores, dos cámaras GoPro, tres cámaras fotográficas, cinco teléfonos celulares, guantes, pinzas y otras herramientas, elementos que fueron incautados por la policía. Los detenidos declararon ante las autoridades de la fiscalía y quedaron a disposición de la Justicia.
¿Por qué había dos franceses y un polaco entre los detenidos? Es común en el ambiente grafitero las visitas a otros países en busca de lugares donde expresar lo que consideran un arte. Cuanto más inaccesibles sean los trenes, mayor reputación se gana. Los extranjeros suelen ser recibidos por grafiteros locales que los acompañan y les facilitan información sensible para llevar adelante los ataques vandálicos.
La red de subte tiene mayor presencia de personal de seguridad desde 2014, cuando se formó una cuadrilla para evitar los ataques nocturnos al finalizar el servicio. Todas las noches los integrantes de ese grupo recorren los talleres, las cocheras, los andenes y las vías para identificar puntos sensibles por donde podrían filtrarse grafiteros o delincuentes.
Subterráneos de Buenos Aires (Sbase) informó que desde ese momento se reforzaron las barreras fijas, se instaló un sistema de seguimiento por cámaras en talleres y estaciones monitoreadas por policía. El plan implica que ningún coche vandalizado sea utilizado en el servicio. Limpiar el grafiti tiene un costo de $50.000 por lado.