El jueves 11 de junio de 2020 el Senado de la Nación aprobó la Ley de Alquileres, un formidable paso en factor de política habitacional y de camino a la vivienda que brinda progreso al contexto en el que alquilan de 9 millones de argentinos.

Personifica un gran adelanto ya que anota a crear previsibilidad y pautas claras en talantes centrales de todo alquiler como son: el aumento, ya que el ajuste pasa a ser anual y a partir de un índice que observa la inflación y los salarios; el término mínimo de contrato, salta de 2 a 3 años, creando mayor seguridad; las garantías, añadiendo más opciones y dando al inquilino la eventualidad de plantear dos entre las que el propietario deberá optar por una; y las expensas, para que el que alquila solo abone las costas por los bienes normales y permanentes. Por el momento son algunas de las cuestiones que la ley reglamenta regimentando reglas de juegos claras y estrictas.

Asimismo es efectiva para los propietarios, ya que las reglas de juego benefician el cumplimiento del contrato y el intelecto entre ambas  piezas,  facilita la aptitud en la oferta inmobiliaria, puesto que pasa a estar asentada en el precio de alquiler y no en las otras inconstantes que la ley regla para todas las operaciones.

Es una ley que necesitamos fundamentalmente por el  contexto que pasamos, ya que genera un marco regulado perfecto y nacional del mercado de alquileres que precedentemente no estaba, también da una previsibilidad y equilibrio a un sector inconmensurable de la sociedad. Un dato gubernamental significativo: esta es una regla que nace del consentimiento, de la disputa y el aporte elaborado en años anteriores en mesas de coyuntura multisectorial, que se fortificó rápidamente con un largo y espinoso procedimiento legislativo.

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